Aunque parezca increíble, la Ciudad de México llega a tener atardeceres hermosos.
La semana pasada, cuando todavía teníamos días soleados y los rayos se negaban a desaparecer a pesar de que eran las 8 de la noche, tuve la oportunidad de presenciar un ocaso que me conmovió, así que de inmediato saqué mi celular y le tomé una foto.
Consideré que era la mejor forma de inaugurar la primera parte de mi blog, dedicado al DF.
En esta capital, llega a ser inaudito ver el ajusco o los volcanes, la contaminación es tan abrumadora que te acostumbras a ver gris en el horizonte.
Pero cuando logro ver uno de los cerros o el valle despejado me llegan a la mente mis clases de historia en la primaria, donde los libros de texto decían que el Popo y la Mujer dormida resguardan a esta capital.
Es por eso que presenciar un bello atardecer en esta gran urbe, es digno de sentarse a apreciarlo.
Hay lugares como La Villa, el Centro Cultural Universitario de la UNAM o restaurantes en el centro histórico, donde se puede ver muy bien, pero resultaría caótico llegar, así que lo mejor es detenerse o caminar para gozarlo.
Eso fue lo que yo hice, me detuve.