jueves, 14 de octubre de 2010

Ciudad Universitaria

Debo reconocer que siempre quise estudiar en la UNAM, lo intenté tres veces... y en mis tres intentos el resultado era el mismo: sistema abierto.
Como no soy buena para esquemas autodidactas, renuncié a mi deseo y convertí a la UNAM en uno de mis lugares preferidos de esta gran urbe.
Además de su carga histórica, grillera, cultural, política y social, la Ciudad Universitaria me significa momentos importantes, porque ha sido mi refugio en situaciones difíciles y alegres, donde la soledad con un entorno verde y lleno de juventud han sido el mejor escenario.
Al hacer un recuento de mi relación con CU caigo en cuenta que desde niña veía sus áreas verdes con agrado, ya que me significaban que estaba muy cerca de la casa de los abuelos.
Al escuchar anécdotas de mis padres, me recuerdan que al cruzar CU por insurgentes, para mi era la montaña.
Al igual que muchos niños, patiné y monté bici en el circuito del Centro Cultural Universitario.
Fue hasta la preparatoria, cuando adopté al espacio escultórico y la zona de teatros y cines como uno de mis lugares predilectos.
A través de las lecturas del movimiento del 68 me nació la inquietud por ver dónde eran las reuniones y escenarios que fueron testigos de aquellos momentos.
Poco a poco me fui acercando a sus facultades, también motivada por la historia paterna, ya que mi padre egresó de la Facultad de medicina.
En la Universidad debía hacer prácticas de fotografía y escogí al Centro Cultura como el escenario perfecto porque la vegetación, la piedra volcánica y lo poco concurrido eran idóneas para mis tomas escolares.
Me gustaba ir a caminar, sentarme, ver pasar a la gente, fantasear y aclarar la mente.
Para rescatar las películas de la Muestra Internacional de Cine solía ir a CU y sentir que me perdía entre ese mundo cultural.
El trabajo y mi vida ajetreada hicieron que mis visitas fueran más prolongadas, pero siempre mi refugio en momentos difíciles.
Gracias a mi actividad visito CU por lo menos una vez al año, la Facultad de Economía y su Instituto de Investigaciones Económicas me permitieron presenciar el cambio de la UNAM.
Hoy cuenta con un carril confinado para el tras
porte público que circula con mayor frecuencia que hace unos años, hay orden en los lugares para estacionarse y el crecimiento poblacional es evidente en sus pasillos y estacionamientos.
El área que no había visitado desde hace 5 años era la zona cultural y ha cambiado mucho.
Este complejo universitario, construido en piedra volcánica de hace 6 mil años, empezó a operar en 1951.
Cuenta con albercas, canchas, facultades, centros de investigación y todo ello fue gracias a la mano de varios artistas como Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, Juan O’Gorman, Francisco Eppens, Domingo García, Enrique del Moral, Mario Pani, entre otros.
Cuenta con más de 3 millones de metros cuadrados, la torre de rectoría, la Biblioteca Central, el estadio olímpico, tienen plasmadas obras de estos artistas que deben visitarse.
Al paso del tiempo se han ido sumando obras, como las esculturas de Sebastián y las creaciones de nuevos artistas.
En mi última visita, mi asombro fue descubrir que en el lugar preferido, donde hacía mis prácticas de fotos, hoy es una gran mole llamada: Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC), que vale la pena visitar.

Estar parada ahí y ver cómo en 5 años las cosas cambian, me hace pensar en que disfrutaré mucho mi ciudad cuando la visite.